PROCESO VIVO Y CONTINUADO
Marco Caparrós realiza sus obras ante los visitantes del Museo de la Ciudad, en un proyecto que convierte el espacio expositivo en su atelier de trabajo.
Caparrós pinta, en el Museo de la Ciudad, los ojos que todo lo ven. |
«Son obras sacadas de mi interior, no del cerebro, sino de todo lo que soy yo, de la parte más visceral de mi identidad». Caparrós cree en las experiencias mágicas. «Una de ellas me salvó la vida en México hace unos años, cuando me sentía desahuciado». Lienzos de cinco metros de longitud con bosques reflejados en un estanque poblado por peces que son también banderas de países (Japón, Cuba, Irak, Estados Unidos), esculturas que parecen planetas desconocidos, seres extraños, 'giocondas' con tres ojos, dos bocas y dos narices (serie titulada 'Damas'), sillas en cuyos tapizados Caparrós pinta ojos escrutadores. «El otro día una visitante me preguntó que si se sentaba en esas sillas, los ojos le verían las bragas», cuenta entre risas.
Cuando finalice la exposición, organizada por el Ayuntamiento de Valencia, el proceso quedará registrado en un catálogo con similar sentido de la muestra de este renacentista y sorprendente artista empeñado en transitar por caminos nuevos que conducen no sabe adónde. «Ni quiero saberlo, ya me enteraré», comenta sin miedo alguno a lo desconocido. Al revés, con evidente excitación vital.
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